¡Estoy Viva!
CRÓNICA: ESCRIBE ANA NEUMANN.
El viernes 21 de enero del 2011, mi amiga Rafaela Hervert y yo, sobrevivimos a la terrible balacera que se registró por la mañana. Quedamos en medio del fuego cruzado.
A las 10:40 a.m., exactamente media hora después de salir de San Luis Potosí, México, circulábamos por la carretera 57, rumbo a Ciudad Valles, para de allí tomar otro camión a Tanquián. Asistiríamos al Festival de Huapango.
Íbamos platicando cuando vimos pasar un camión repleto de soldados. Minutos después se oyó un ruido extraño como un martillo de repetición. Pregunté a Rafa qué sonido era ése y cuando se volvió a oír, el autobús se orilló y frenó.
El chofer, don Martín, gritó que nos echáramos al suelo, que era una balacera. Todos lo hicimos.
Minutos antes Rafa había visto una camioneta blanca rebasándonos. En esa primera parte, las ráfagas se escuchaban en el lado izquierdo del camión.
Dejaron de sonar por un minuto y nosotras, que íbamos en la parte trasera, nos empezamos a levantar, pero recomenzó el tiroteo y esta vez era mucho más intenso.
Se escuchaban ráfagas de metralleta y otros balazos más fuertes pero ahora por el lado derecho del camión, en la parte trasera, en donde yo me había colocado. Todo duró 50 minutos, tiempo que se nos hizo eterno.
Bajo los asientos, con el pecho en el piso, muchas ideas e imágenes pasaron por mi mente: mis hijos, mi vida, mi madre...y una sensación de no estar allí me invadió. Estaba como en el limbo.
Me surgió la necesidad imperiosa de hablar con mis hijos ante la probabilidad de que una bala me tocara. Me arrastré y tomé el celular y allí, bajo el asiento, los llamé a los tres y les dije con fuerza que los amaba. Presentía que sería la última vez que lo haría.
Luego todo paró, pero seguimos tirados en el suelo mucho tiempo más.
Cuando nos empezamos a enderezar, miré por la ventana de atrás y a escasos cinco metros del autobús estaban varios vehículos de la Policía Federal.
Había muchos policías y muchos soldados además de muchas armas y camionetas.
Un policía tirado frente a mí, tenía la cara baleada y se retorcía. Un pasajero que se había levantado antes alcanzó a ver que la camioneta blanca, que se había protegido en la esquina del camión y cuyos ocupantes habían intercambiado fuego con la policía, se quiso subir a un pequeño cerro ubicado al lado de la carretera.
Observó que un sujeto salió de la camioneta y corrió hacia arriba, pero cayó acribillado. La camioneta no pudo seguir y fue acribillada por la policía y el Ejército. Murieron los ocupantes. Junto al camión, en el piso, había muchos casquillos enormes.
Estuvimos parados alrededor de dos horas. Cuando bajé del camión vi que a 20 metros al frente había patrullas baleadas, lo mismo que una camioneta dorada. Ahí también había muertos y heridos.
A unos 25 metros, en el cerrito, estaba un hombre tendido en el suelo y unos soldados lo custodiaban, aunque ya sólo era
su cadáver.
Llegaron dos helicópteros y se llevaron al policía con la cara baleada y a otros, que supongo iban también mal heridos.
El chofer y yo caminamos al lado del camión y sin entender cómo, nos dimos cuenta que no nos había pegado ninguna bala. Ninguno de los pasajeros resultamos heridos. Habíamos estado en medio de todo ese horror y estábamos vivos.
Todo el cuerpo empezó a dolerme y tuve espasmos de sollozos y la sensación de la más absoluta vulnerabilidad y abandono.
Decidimos regresar y cuando vi a mis hijas y a mi yerno me volvió el alma al cuerpo. Rafa, quien había estado aparentemente serena, se echó a llorar.
Esto es mi San Luis, mi México y la vida cotidiana que vivimos. Si nos toca, cuando menos lo pensemos, seremos un daño colateral más.
Dicen que no debemos tener miedo, que debemos tener cuidado, pero ¿cómo cuidarnos si cuando vamos en un autobús, caminando, cuando estamos en un café, o hasta en nuestra propia casa, nos puede llegar una lluvia de balas, nos pueden levantar o nos alcanza una bala perdida?
Los caNAYAS
Captura El Ejército a hombres armados
CIUDAD DE SAN LUIS POTOSÍ, MÉXICO. MARTES 25 DE ENERO DE 2011.- Tres sujetos que fueron asegurados en la carretera a Matehuala por parte de elementos del Ejército Mexicano, fueron puestos disposición del Ministerio Público de la Federación como presuntos responsables de la violación a la ley federal de armas de fuego y explosivos para que se les sigan los trámites legales correspondientes.
Según un boletín de prensa emitido por la Procuraduría General de la República, a los detenidos se les identificó como Ricardo Amador Torres, Carlos Alberto Cruz Hernández y Jaciel Pérez Pérez, quienes fueron asegurados elementos de la Doceava Zona Militar, iniciándose así la averiguación previa AP/PGR/SLP/SLP-II/055/D/2011.
Como quedó asentado en el expediente, los militares, en un puesto de control en el kilómetro 57+400 de la carretera San Luis - Matehuala, aseguraron a los tres personas referidos que tenían en su poder diverso armamento.
Entre lo asegurado se encuentran dos fusiles AK-47, uno HK-93 y otro .223 mm; una pistola tipo revólver, una pistola Pietro Beretta, 20 cargadores de distintos calibres y cientos de cartuchos útiles también de diversos calibres, así como una camioneta RAM 2500 color café, placas de circulación ER53169.
Se llevó a cabo una inspección ocular en el lugar de los hechos por el Representante Social de la Federación, con el fin de emitir el dictamen de hechos y continúa recabando todas las testimoniales de los elementos militares que intervinieron.
Con ello, el Gobierno Federal continúa sosteniendo con firmeza su compromiso con la sociedad para fortalecer el Estado de Derecho y garantizar la seguridad pública en todo el país.
El pasado viernes 25 de enero del 2011, se registró un enfrentamiento entre militares y delincuentes en el kilómetro 57 de la carretera a Matehuala, donde murieron al menos seis maleantes, pero el boletín de la PGR no especifica si estas detenciones son parte de las acciones emprendidas ese día por el Ejército.