Varios de ellos viven bajo amenazas, silencios informativos impuestos mediante el terror y tiroteos cotidianos a plena luz del día. Tienen amigos secuestrados o asesinados. Pero ahí siguen, tratando de ingeniárselas para informar. No son reporteros de guerra, no usan chalecos blindados ni cascos, ni están en Irak o Afganistán. Son quienes cubren una de las historias más complejas y peligrosas del mundo: los periodistas que informan sobre el tráfico de drogas y la violencia desde la frontera entre México y Estados Unidos.
Veintiséis de estos reporteros, representantes de varios de los principales medios escritos de México y Estados Unidos, participaron el fin de semana pasado en Austin, en un seminario especial del Centro Knight para el Periodismo en las Américas auspiciado por la Fundación McCormick, en la primera reunión de ese tipo que congrega a los más destacados periodistas de ambos lados de la frontera especializados en el cobertura de la violencia generada por el trafico de drogas en México.
No se trataba de un grupo cualquiera: eran catorce periodistas estadounidenses y doce mexicanos, casi todos veteranos con más de veinte años de trabajo, verdaderos expertos en el país y la zona fronteriza, pertenecientes a los medios de prensa más importantes de ambas naciones y a los periódicos que están en la primera línea de fuego a ambos lados de la frontera.
La reunión congregó a reporteros de diarios nacionales estadounidenses como The Wall Street Journal, The New York Times, Washington Post y Los Ángeles Times, a medios mexicanos como la revista Proceso y el diario El Universal y a los principales periódicos de ambos lados de la frontera, como Houston Chronicle y Dallas Morning News, San Diego Union Tribune, San Antonio Express News, el Diario de Juárez y El Norte, El Siglo de Torreón, El Mañana de Nuevo Laredo, Semanario Zeta y Frontera, de Tijuana, y El Imparcial de Hermosillo, entre otros, además de Belo TV, de El Paso.
Expertos en seguridad y crimen organizado, derechos humanos, trauma y periodismo, temas de drogas y narcotráfico y especialistas de la Universidad de Texas en Austin y El Paso y la Universidad de San Diego (California) y la Sociedad Interamericana de Prensa participaron en el seminario junto con los periodistas.
“Me ha tocado vivir cosas muy feas, pero aquí estoy. He sobrevivido”, afirmó Luis Gerardo Andrade, de Frontera, de Tijuana, al sur de San Diego, en el seminario, denominado “Cobertura Transfronteriza del Narcotráfico entre Estados Unidos y México.”
“A menudo sientes como estuvieras persiguiendo fantasmas. ¿Cuánto de todo esto es verdad?,” se preguntó William Booth, corresponsal del Washington Post en Ciudad de México. Booth y otros periodistas hablaron de las dificultades de cubrir un conflicto donde no se tienen acceso a las partes involucradas y por tanto no se puede confirmar si las fuentes están diciendo la verdad o apenas pasando desinformación.
En el seminario de dos días, el 26 y 27 de marzo, se analizaron las especiales condiciones que enfrentan los periodistas que cubren el tema de las drogas en la frontera entre México y Estados Unidos. Un tema extremadamente difícil, no solo por la constante exposición a la violencia y los traumas que esta puede crear, sino por sus características mismas, que involucran desde un siglo de historia del tráfico de drogas en las dos naciones y la política exterior actual hasta la inmigración, la guerra contra el terrorismo y el creciente debate en torno al exiguo balance de la actual política antidrogas.
Se habló de las inusitadas medidas de protección que deben tomar los reporteros –no solo mexicanos sino también estadounidenses, a los que el clima de terror impuesto por los traficantes también está afectando–; de las dificultades de acceso a las fuentes oficiales en ambos lados de la frontera para unos y otros; del peligro y las dificultades que deben sortearse para tener informantes del narco, y de la lucha constante para cubrir en toda su riqueza un tema dominado por los lugares comunes y las simplificaciones de la “guerra contra las drogas”.
La sensación de desinformación y desamparo es expuesta por Alfredo Quijano, reportero del periódico El Norte de Ciudad Juárez, al sur de El Paso, Texas. Juárez se ha convertido en una de las ciudades más violentas del mundo, con cerca de 5.000 muertos en los tres pasados años, a causa de la ola de violencia relacionada con el narcotráfico. “Todos los días hay disparos, gente muerta. No sabemos quiénes disparan contra quiénes, quién está disputando qué. Es una ciudad en caos y en esa ciudad tenemos que hacer periodismo”, dijo.
Para el facilitador del evento, el periodista colombiano y docente de la Universidad para la Paz, afiliada a Naciones Unidas, Álvaro Sierra, uno de los grandes temas de la reunión fue discutir hasta donde la cobertura está dominada por la cuenta de las bajas (body count) de la violencia y el desafío de informar en una situación en la que la violencia se vuelve rutina y corre el riesgo de banalizarse. “Es casi inevitable que la repetición de estos hechos genere una rutina y una cierta insensibilidad social frente al crimen. La primera vez que matan a tres personas juntas es una gran noticia, sostenida por varios días, la décima vez se va a páginas interiores, por un día, y para la centésima, la decisión puede ser que menos de cinco muertos ya no califican como noticia. ¿Cómo luchar contra esto, que hace mucho daño a la sociedad?”.
Esa rutina afecta también a las víctimas periodísticas. El director del Centro Knight, Rosental Calmon Alves, hizo hincapié en no dejar pasar los asesinatos de periodistas en México a manos del narco. En 2009 hubo doce homicidios de reporteros, y otros cuatro fueron asesinados en lo que va de este año. “No podemos perder nuestra indignación por el número de periodistas que están matando en México, para que quienes los cometen no sientan que no traen ninguna consecuencia y se pueden quedar en la impunidad”.
Los asesinatos de periodistas son la punta del iceberg de violencia y presiones ejercidas en contra de estos profesionales. “Por cada asesinato hay cien amenazas” dijo un periodista del norte de México.
Entre los expertos invitados figuraron Frank Smyth (Comité para la Protección de Periodistas), Donna De Cesare (Centro Dart de Traumas y Universidad de Texas en Austin), Fred Burton (Stratfor Global Intelligence), Alberto Islas (Risk Evaluation, LTD), Howard B. Campbell (Universidad de Texas en El Paso) y Emma Daly (Human Rights Watch).
Los periodistas hicieron una revisión crítica de la cobertura informativa sobre las drogas y del desafío que significa evadir las simplificaciones habituales en este campo. Una de ellas es el enfoque exclusivamente criminal y el conteo de víctimas en la información, sin dar suficiente peso al entorno social y económico, a la situación de las comunidades, al tema del consumo y otras áreas fundamentales para que el público tenga una comprensión adecuada del fenómeno de las drogas ilegales.
Sin embargo, se constató que a ambos lados de la frontera hay un gran esfuerzo por generar una cobertura de calidad. Pese a los recortes en las redacciones y los burós extranjeros, los periodistas estadounidenses coincidieron en que la cobertura sobre México en Estados Unidos es “de primera” (“top notch”), como lo dijo Sam Quiñones, de Los Ángeles Times, y México, uno de los países mejor cubiertos del mundo para el público del norte. Por su parte, al sur del río Grande es visible un esfuerzo investigativo y, sobre todo, una dedicación –heroica en no pocos casos– por mantener el flujo informativo.
Un tema muy discutido fueron los clichés que atribuyen el problema al país vecino. En el caso de México, limitarse a responsabilizar a Estados Unidos por el consumo y el trasiego de armas, sin ver lo que este país hace para enfrentar uno y otro, termina conduciendo a echar a los “gringos” la culpa. Algo similar sucede, desde Washington, al acusar a los mexicanos de corrupción y falta de eficiencia, como si el problema del tráfico dependiera solo de ello. Esto lleva a la creación de estereotipos sobre ciudades o países completos. Un ejemplo sería Ciudad Juárez, retratada a menudo como un crisol de violencia, donde el narco es rey, sin mayores referencias a los profundos problemas sociales y económicos que arrastra.
Los reporteros acordaron seguir en contacto, fortalecer los lazos solidarios entre ellos y buscar nuevas plataformas de publicación y formas de “periodismo creativo” para evitar apagones informativos como los que han sucedido en algunos pueblos y ciudades de la frontera cuando las amenazas son tales que ya nadie puede publicar nada sin arriesgar su vida.
México, y en especial su frontera norte, se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos del mundo para el ejercicio del periodismo, no solo para los mexicanos sino para los corresponsales extranjeros. Los traficantes hacen toda clase de intentos para evitar que se informe sobre ellos y sobre el “régimen totalitario”, como lo llamó Sierra, que imponen a la sociedad –y a la prensa– en sus zonas de influencia. Hacer un llamado de alarma sobre el problema y la urgencia de enfrentarlo con medidas prácticas fue uno de los principales resultados de esta reunión de la plana mayor del periodismo mexicano y estadounidense especializado en la cobertura de México y del tema del tráfico de drogas.
SOBRE LA FUNDACIÓN MCCORMICK:
La Fundación McCormick está comprometida con el fortalecimiento de una sociedad libre y democrática, a través de la inversión en la infancia y el desarrollo comunitario. Mediante sus subvenciones, museos y programas de divulgación, la fundación apoya la construcción de una ciudadanía más activa y comprometida. Fue establecida a través de un fondo de beneficencia en 1955, tras la muerte del coronel Robert R. McCormick, quien fuera editor por largo tiempo del Chicago Tribune. La Fundación McCormick es una de las organizaciones benéficas más grandes de los Estados Unidos, con más de mil millones de dólares en activos. Para más información, visite su sitio en Internet: http://www.McCormickFoundation.org.
Sobre el Centro Knight para el Periodismo en las Américas:
El Centro Knight para el Periodismo en las Américas de la Universidad de Texas en Austin fue creado en 2002 por el profesor Rosental Calmon Alves. Gracias a las generosas donaciones de la Fundación John S. y James L. Knight, el centro ha asistido a miles de periodistas en América Latina y el Caribe. Para obtener más información, póngase en contacto con la gerente de programas del Centro Knight, Jennifer Potter-Miller a través de la dirección: jpotterandreu@mail.utexas.edu o el teléfono +1 512 471-1391.
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