DE COMISARIO A POLICIA.
“Si quieres acabar con un hombre vanidoso, debes obsequiarle un espejo”.
Gandhi.
La dirección de seguridad pública municipal (de la Ciudad de San Luis Potosí, México) pasa por uno de los peores momentos en su historia, por años, convertida en una mero referente de corrupción hormiga, sus alcances eran pocos, los salarios bajos, los elementos carecían de preparación y expectativas, la aplicación del bando de policía y buen gobierno su única función, los delincuentes, simples caricaturas en comparación con la aberrante realidad actual.
A partir de que se instauro en el país la guerra calderonista contra el crimen organizado en el país las cosas cambiaron de facto, eso permitió aumentar el presupuesto con el afán de establecer condiciones de trabajo y operativas mas homogéneas en las corporaciones en todos los niveles incluyendo las policías municipales en los ayuntamientos con mayor población de cada estado de la república.
Como siempre que algún burócrata diseña una estrategia en el sótano de alguna dependencia federal existen circunstancias imprevistas, pues, es difícil en un país tan diverso como en el nuestro creer que una regla única puede operar para todos sin considerar la idiosincrasia de los naturales de cada región.
Actualmente la corporación en la ciudad capital es dirigida por Juan Felipe Sánchez Rocha, una especie de policía metrosexual que no acaba de encontrar su lugar en una corporación plagada de viejos elementos cada uno con un costal de mañas a cuestas, la mayoría con más de veinte años de servicio en promedio.
Los recién egresados de la academia son todo un caso, desempleados sin mayor mística que la necesidad de encontrar un empleo seguro en un mundo en el cual nada resulta fácil a menos de que tenga la marca de la bestia, se sabe que los grupos del crimen organizado infiltran a su personal desde la selección para ingresar a las academias, al parecer a ellos también les interesa tener agentes que cuenten con un curriculum aceptable y que los mantenga lejos de la sospecha, no es nada nuevo, sucede en el país más poderoso del mundo como es USA donde las bandas criminales eligen de entre sus miembros a jóvenes que aun no has sido tatuados y que no cuentan con antecedentes criminales para que ingresen, ya sea, al ejercito o a las policías de los condados.
¿Cómo no habría de suceder en México donde la frágil ética de los servidores públicos se corrompe a la primera insinuación?
Juan Felipe Sánchez Rocha es el responsable desde hace más de un año en San Luis Potosí de la policía preventiva y el transito municipal, el comisario, como exige se le llame a partir de la aprobación de un nuevo reglamento donde el mismo se encargo de introducir el pomposo adjetivo, es muy popular en esa nueva revolución llamada redes sociales, concretamente la que se conoce como Facebook, donde se esmera por mantener satisfecho su ego desde su teléfono móvil blacberry que le permite estar conectado las 24 horas del día, tal vez por eso la tropa lo ha comenzado a llamar “SuperFace” en clara derivación de su anterior sobrenombre “superboy”.
Dicha circunstancia ha logrado distraerlo a tal grado que la corporación sufre una guerra intestina de todos contra todos, mientras se esfuerza por mantener actualizado su perfil social, hay comandantes de zona haciendo fiestas en las oficinas que deberían prestar un servicio a los ciudadanos, hay patrullas transportando novias, existen patrullas sin placas cometiendo excesos en contra de los ciudadanos que después se trata de disfrazar con el ingenuo argumento de que se han detectado patrullas clonadas que se dedican a delinquir, de esto, hay datos más precisos pues en la última revista que realizo el área encargada del patrimonio municipal no se presentaron casi un tercio de los vehículos existentes en el padrón vehicular, con el endeble argumento de que se encontraban en diversos talleres era imposible presentarlas en su totalidad, como una muestra del descontrol existente, una fue incendiada dentro de un taller mecánico aparentemente por un hecho vandálico. En caso de que el carro hubiese sido desvalijado previamente, de cualquier forma se reportó como pérdida total y por ende un perjuicio al ayuntamiento.
En la dirección de la policía preventiva se encuentra un acobardado Alejandro Cantú Sánchez, comparte una extraña sumisión al subdirector Luis Manuel Vidales Navarro, sospechosamente asume funciones operativas sin consultar al titular y gobierna un extraño cuerpo de elite con sus más allegados esbirros, de manera que operan con total impunidad sin rendir cuentas, por lo mismo, se comportan mas como una pandilla dentro de la corporación que como elementos al servicio de la ciudadanía, por lo mismo han protagonizado hechos bochornosos como el viernes de semana santa cuando en plena procesión del silencio estuvieron a punto de liarse a golpes con el subdirector de transito Amando Puente Puente que intentaba mover una patrulla de la policía preventiva que obstaculizaba el tránsito vehicular en la alameda.
Este incidente sirvió para que superface removiera de su lugar al subdirector de transito que al parecer le estorbaba al titular Jesús Téllez González para colocar a su incondicional compadre Bernardo Castro Dimas, ahora sí que quien primero le bautizo el chiquillo, hoy le cuida la espalda.
La amistad entre Alejandro Cantú y Juan Felipe Sánchez proviene de atrás tiempo, cuando el primero dirigió la dirección de seguridad pública estatal y a quien ahora es su jefe y comisario, el destino los llevaría por caminos distintos para encontrarse hace más de un año cuando fortuitamente Enrique Galindo quien esperaba el momento de tomar posesión de la policía municipal hubo de aceptar la invitación a dirigir la Secretaria de Seguridad Pública Estatal ante el fracaso de las propuestas del gobernador Fernando Toranzo Fernández, pues, se habla que su candidato tenía unos cuantos muertos en el closet y de ahí la imperiosa necesidad de improvisar.
Circunstancialmente la fortuna le sonrió a la feliz pareja Cantú – Sánchez, el preciso día que estaban entregando sus encargos en los municipios de Villa de Reyes y Matehuala respectivamente, con una estructura galindista ya armada previamente, incluso con un hermano de Enrique Galindo invitado tardíamente como responsable del C-3, atado de manos Juan Felipe Sánchez no tardó mucho en verse involucrado en una de las tantas intrigas que Enrique Galindo y su mentor Miguel Naya Guerrero suelen hacer por mero entretenimiento.
El resultado, el zancadilleo diario y el desasosiego del comisario municipal, profundamente enamorado de si mismo se refugió en las redes sociales donde encontró el lugar perfecto para dar rienda suelta a su narcisismo.
Si acaso solo distraído ocasionalmente por alguna licitación de recursos provenientes del SUBSEMUN (subsidio para seguridad municipal por sus siglas en español) que desde hace un buen tiempo maneja en San Luis Potosí la nada despreciable suma de cien millones de pesos, el comisario fue contagiado sin mucho esfuerzo de la codicia galindista en voz de uno de sus perros mas aguzados Raymundo Acosta y su fiel escudero Erick de León, dispuestos a todo le expusieron los pros y los contras de dejar pasar las licitaciones sin ver claro, dispuestos a todo le dejaron ver que para ellos nada es sucio y que hace mucho que habían perdido las papilas gustativas y por ello nada les daba asco.
Un imberbe comité de adquisiciones fue presa fácil de las fantasiosas afirmaciones y solicitudes del área de seguridad hasta que, previo a la inauguración del nuevo edificio de seguridad publica mañosamente el jefe del estado mayor Raymundo Acosta retraso la solicitud para la adquisición del mobiliario con el fin de favorecer a una empresa consentida por gobiernos panistas, empresa que históricamente ha proveído el mobiliario, un desidioso Raymundo no se tomo la molestia ni siquiera de transcribir las características de mobiliario a favorecer y fue descubierto burdamente en su maniobra, al ser descubierto nada pudo hacer para cumplir la encomienda del jefe y el resultado fue que el ganador resulto ser la propuesta más económica.
Cegado por la ira Juan Felipe Sánchez resolvió que no se iba a quedar así tal afrenta y de manera inexplicable comenzó una campaña mediática de linchamiento en contra del comité de adquisiciones, incluso cometió el error de filtrar un documento oficial a la prensa amarillista que derivo en un linchamiento de su propia jefa Victoria Labastida, curiosamente se hizo más que claro que al único de la administración municipal que la prensa no toca es al famoso comisario.
¿Exceso de operación o simplemente buena fortuna?
En un afán desesperado por rescatar el negocio incitó a dos de las empresas perdedoras a presentar un recurso jurídico que detuviera el proceso de adjudicación aunque la licitación ya había concluido. Solo terminó mostrando el cobre.
Afortunadamente no se consumó el ilícito pero las consecuencias de los acontecimientos posteriores han sido devastadores para la imagen de la administración municipal y para el policía en cuestión.
Aun faltaría un desacierto final en este berrinche estúpido que arrastró al comisario hasta el ignominioso final que lo acecha, un aparente descuido le permitió a los detractores de la alcaldía continuar con el descredito a la figura política de quien le hizo la invitación a colaborar.
Es curioso ser testigo de cómo la codicia es capaz de arrastrar a un hombre encumbrado a los límites de la razón y no medir consecuencias de sus actos, hasta hace unos días el comisario y su equipo de colaboradores disfrutaban del poder, los beneficios, los vehículos, las canonjías y el respeto de los demás, hoy se exhiben en su exacta dimensión y muestran su verdadera naturaleza.
San Luis Potosí es ya una metrópoli de casi un millón de habitantes, donde existe un policía en promedio por casi diez mil habitantes, donde ya es una realidad que existen miles de adictos a las drogas, muchos jóvenes que aun no cumplen la mayoría de edad se evaden de la injusta desigualdad social consumiendo solventes y alcohol, tener una policía represiva y corrupta solo agranda la grieta entre la sociedad y quienes se supone debería protegerlos.
Por último solo diré que tener un edificio para la policía municipal después de cien años con recursos federales cuesta 60 millones de pesos, amueblarlo, cuatro millones doscientos mil pesos, mantener el uniforme listo y bien planchado para la ocasión 750 pesos, tener el cinismo para comer donde previamente defecaste y sonreír, no tiene precio.
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