¡LO QUE NOS FALTABA! UN VECINO FISGÓN.
Lo que suponíamos y siempre se daba como un hecho, ahora
sale a la luz pública como otro escándalo más de nuestros vecinos del norte.
Hace unos días la revista alemana Der Spiegel, saco a relucir información del
ex agente de la CIA, ahora refugiado en Rusia, sobre operaciones de espionaje
de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense, en una acción denominada flatliquid, consistente en hackear
las cuentas de correo encriptadas, del entonces Presidente Felipe Calderón y de
su equipo de trabajo, así como las del candidato Enrique Peña Nieto y sus
colaboradores, obteniendo con ello información privilegiada y calificada como
"lucrativa".
No debería causarnos sorpresa el espionaje, como una forma
de utilizar la inteligencia y tecnología para combatir al enemigo, inclusive,
es aceptada a nivel mundial la colaboración, cooperación e intercambio de
información, con reglas específicas, acuerdos previamente establecidos y bajo
condiciones pactadas, con el objetivo de mantener las paz, propiciar la estabilidad
y tranquilidad, mediante acciones para evitar y luchar contra el terrorismo, la
delincuencia organizada, el lavado de dinero y algunas otras actividades que
puedan poner en riesgo la seguridad nacional de los países.
Cuestión diferente e injustificable a meter las narices en
nuestra intimidad. Lo menciono de esa forma, en tanto que Felipe Calderón y
Enrique Peña, no eran personas comunes -aunque lo hubiesen sido, tampoco habría
justificación-, por el contrario, el primero ejercía el mayor cargo público del
país y, el segundo como aspirante -en ese entonces-, a ocuparlo, lo que así
ocurrió. A ambos se les podría considerar como depositarios de la soberanía
nacional, en consecuencia el incidente que ahora se ventila a la luz pública,
no es menor, ya que el agravio no puede ser considerado en lo individual, sino
de un país a otro.
Las políticas injerencistas norteamericanas en relación a
México, se han dado con frecuencia en los últimos años, ahora, el problema ni
comienza ni termina ahí, más bien, es producto de la manera en cómo nos ubican.
En alguna ocasión, acompañado de fuertes críticas, el estimado amigo y
compañero de legislatura, Adolfo Aguilar Sinzer (qepd), señalo que los
norteamericanos veían a México como su patio trasero, probablemente no estaba
muy alejado de la realidad.
Desde el punto de vista histórico, existen un gran número de
anécdotas similares, superadas bajo el auspicio de liderazgos con visión de
estado, que han tenido la humildad de resarcir la dignidad de las naciones en
ambos lados de la frontera.
Los recientes ejemplos, dan cuenta de ello: la operación
-una de ellas-, "Rápido y Furioso", introdujo ilegalmente armas a
México, otra más donde dan dinero a uno de los carteles para -según la versión
oficial norteamericana-, seguir el camino del lavado y, así sucesivamente, sin
mayor explicación.
En el Congreso Norteamericano, cada vez que surge el tema
mexicano, nos dan hasta con la cubeta, a nuestros migrantes les vulneran los
más elementales derechos humanos, la fobia de policías como Arpaio en Arizona,
es un referente indiscutible de lo que piensan algunos segmentos sociales de
ese país, sobre nosotros.
Se llegó a pensar al
suscribir el Tratado de Libre Comercio, en tener mayores procesos de
integración, sin embargo, las barreras culturales, del idioma, las costumbres y
las prácticas políticas, nos han colocado únicamente en el terreno de socios
comerciales y de manera estratégica en la relación de seguridad.
Este tipo de acciones erosiona las relaciones bilaterales
entre México y Estados Unidos, son incidentes que provocan desconfianza y nos
lastiman. Aquí no bastan discursos, como decía Manuel Clouthier: "obras
son amores, no buenas palabras". Por otra parte, a ninguna de los actores
le conviene estirar la cuerda, pues corre el riesgo de romperla y, existen
temas que nos vinculan indisolublemente. Por otro lado, es indigno e inmerecido
el trato irrespetuoso que hemos recibido, sin siquiera exigir públicas
explicaciones.
La tolerancia, la prudencia y la sensatez, obliga al
gobierno y al Congreso mexicano, al replanteamiento de las relaciones con
Estados Unidos, ya no digamos bajo aspectos de confianza, que esa se construye
y se gana, siendo obvio que no se obtiene al amenazar nuestros valores y
principios institucionales, se requiere contar
con bases firmes, claras, inequívocas y bajo la garantía del mutuo
respeto.
La mula no era arisca, así la hicieron.
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