De las campanas al vuelo... al enrarecimiento.

Durante el año pasado se echaron a volar las campanas, como tertulia para conmemorar al santo patrono en feria de pueblo ¡no era para menos!, muchas de las reformas pendientes, que habiendo sido pospuestas, consideradas de alto calado e indispensables para el país, se lograron aterrizar. El proceso no fue sencillo, tuvieron que sortearse muchos inconvenientes; superar resistencias y romper con grandes intereses y, al final, el PRI, el PAN, el PRD y el gobierno se colgaron las medallas.

En términos generales las señales fueron positivas, sin faltar los asegunes, el ánimo de los principales actores políticos y de un buen número de líderes sociales, fue optimista, vieron con buenos ojos el camino elegido, cada cual puso su parte, incluyendo las bancadas en el Congreso, sin dejar de considerar a algunos legisladores de oposición que a regañadientes y desconfiados, aceptaron participar de los cambios y cooperar con el desarrollo del país.

La administración en turno en ese sentido se ha encargado de cacarear tanto en lo interno, como en el extranjero, los logros alcanzados, no obstante lo anterior, las cosas no terminan de cuajar. Contrario a lo que se pudiese pensar, la popularidad del presidente se mantiene en bajos niveles, quizás con algunas burbujas mediáticas que le favorecen, provocadas por eventos aislados como las detenciones de Elba Esther, el Chapo, el abatimiento del Chayo y algunos otros acontecimientos importantes de gran relevancia, sin que ello implique una constante de aprobación, lo que significa que persiste un tufo de desconfianza entre la población.

No es para menos, se generaron expectativas de cambio, tanto en lo concerniente a la cuestión económica como en materia de seguridad y en los hechos las cosas son diametralmente diferentes a lo esperado.

Ambos rubros constituyen un pesado lastre, que al transcurrir del tiempo se ha ido incrementando. La cuestión económica se presenta con nulo crecimiento y, no se ven visos de una mejoría, menos aún, con la reforma fiscal y el déficit autorizado. Las familias se están viendo presionadas al carecer de un ingreso suficiente para cubrir sus necesidades y, se comienza a evidenciar cada vez con mayor frecuencia la lucha de clases, cuyo germen si no se atiende con prontitud, puede traer consigo desastrosas consecuencias.

La gente está cansada de aguantar tanta corrupción e impunidad, los cotidianos escándalos de que dan cuenta los medios de comunicación, sean reales o por agenda propia de poderes facticos, hacen que la sociedad se harte de ello y aborrezcan la única actividad de realizar verdaderas transformaciones por la vía pacífica, llegando a todos los partidos políticos sin excepción alguna, quienes se han visto infiltrados por conductas deleznables, algunas con razón y otras simplemente derivadas de las pugnas internas, ambas hacen mella y enrarecen el ambiente.

Por otra parte, en materia de seguridad, la descomposición es mayúscula; el incremento del secuestro, delito cuyo impacto social causa un daño brutal a las víctimas y provoca enorme temor a la comunidad ha causado un profundo desgarramiento social, igual que los excesos en Michoacán, sin dejar de lado los acontecimientos de Oaxaca o Guerrero, acreditan que la autoridad se encuentra completamente rebasada y en franco deterioro.

El continuar rascándole a los temas, dará seguramente mucho material para justificar y sustentar la descomposición por la que atravesamos, pero no es el caso hacer más diagnósticos, ya sabemos dónde estamos, lo imprescindible es dar cauces de alivio y, la solución no se localiza únicamente en el gobierno, como se ha pretendido imponer, esa instancia es un factor primordial, pero insuficiente por sí solo, constituye paliativos de corto plazo.

La mejor solución es aquella en la que todos estamos de acuerdo.

"Ando con la rienda tensa, como refrenando el vuelo, pues no es lo importante llegar solo y primero, sino todos juntos y a tiempo". León Felipe.