¿Primitiva barbarie,
o sociedad en paz?
"Ser o no ser, esa es la cuestión": (William Shakespeare).
Dados los acontecimientos que desde hace tiempo se vienen presentando, impactados por la dimensión alcanzada y los desgarradores episodios que nos rodean, cuyos trágicos resultados han traspasado fronteras, muchos nos preguntamos sobre sus causas: ¿si se trata de un modelo cultural indeseable, producto de muchos factores sociales o se deriva de un diseño de gobierno ineficaz?
Desde el punto de vista teórico, la soberanía, principio recogido por la estructura constitucional, reside precisamente en el pueblo y se ejerce por las tres funciones básicas en que se compone el Estado: la Ejecutiva, la Legislativa y la Judicial, independientemente que pueden existir otras como la electoral, la militar o la municipal. El valor supremo implica la unidad social, por lo tanto, la actividad de esos poderes públicos les corresponde la misión de atender las necesidades y aspiraciones de la vida humana.
Evidentemente no es una tarea sencilla, pues la complejidad de las sociedades modernas tienen múltiples manifestaciones: de acuerdo a sus propios intereses, anhelos, creencias, formas de pensar, tradiciones, egos, pugnas y defensa de sus derechos y libertades. Estas tendencias son vinculantes e inherentes a la vida en común, son cuestiones bien definidas y registradas por la ciencia y la historia, que ahora se localizan caracterizadas y clasificadas. Más aún, las actuales condiciones dan a la vida social atributos adicionales, el avance industrial y la asombrosa revolución tecnológica, que nos lleva invariablemente al terreno del conocimiento y la información, hace que la opinión publica tenga un peso importante. Sin embargo, pese a las diferencias, siempre existe un punto de encuentro: "una sociedad en paz".
Tanto Aristóteles como Montesquieu, sostenían que cuando alguna de las funciones del Estado no ejercían su quehacer correctamente, es decir, las encomendadas al Ejecutivo, Legislativo o al Judicial, este se volvía en ineficaz, reflejándose esta situación en las injusticias, los excesos y la alteración del orden social. Sin duda, es claro ejemplo de lo que nos ocurre, pues las cosas se han salido de control.
En el ámbito local es evidente que el diseño institucional solo se encuentra en la norma como letra muerta, pues las funciones del Estado y los equilibrios desde hace tiempo dejaron de existir, en contraste, abrieron la puerta a luchas sin cuartel, sin reglas, provocando desajustes en la paz social.
Realizaron una réplica del sistema federal sin contar con las condiciones que sostienen a este, lo cual ha provocado un verdadero desequilibrio que da pauta a los excesos brutales que ahora padecemos.
La recuperación de la armonía social va a depender de la capacidad del Estado en su necesidad de restaurarse, tanto en la vinculación con la comunidad, como en el imperativo de establecer un diseño institucional funcional.
Es impostergable combatir la primitiva barbarie que nos invade, desgraciadamente en algunos casos provocados desde el ámbito oficial. Se requiere establecer con urgencia mecanismos que permitan un orden y respeto social, para ello, se necesita transformar el diseño de gobierno y, principalmente la voluntad de quienes ejercen cargos públicos.
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