EN EL NOMBRE DE DIOS, Y CON EL PERMISO DE LAS AUTORIDADES
CIUDAD DE MÉXICO, 21 DE MAYO (CON INFORMACIÓN DE SINEMBARGO). – Durante los últimos 20 años, la relación del padre Eduardo Córdova Bautista con adolescentes ha sido estrecha. Ha sido capellán, confesor y asesor de los movimientos juveniles de las distintas escuelas católicas. El actual Consejero Ciudadano de Transparencia y Vigilancia para las Adquisiciones y Contratación de Obra Pública del Gobernador priista Fernando Toranzo Fernández aprovechaba las actividades de servicio social y trabajo apostólico para acercarse a los menores de edad que lo buscaban para solicitarle consejo, confesarse o brindarle apoyo en sus actividades.
De acuerdo con testimonios dados a conocer recientemente por presuntas víctimas, se iba ganando la confianza de alumnos y padres de familia, quienes incluso aceptaban que sus hijos viajaran con él. Aprovechaba el discurso religioso (su “cercanía con Dios”) pero también las influencias que, dicen sus acusadores, tiene con políticos y funcionarios eclesiásticos de la alta jerarquía católica en el país. “Me llevó al Distrito Federal.
Cuando llegamos al hotel me dijo que me quitara la ropa para que me relajara porque me veía tenso. Él también estaba desnudo. Dijo: ‘Voltéate’. De pronto, se subió encima de mí y eyaculó”, cuenta Rubén, quien sufrió abusos cuando estudiaba preparatoria en el Instituto Potosino. En testimonios grabados por SinEmbargo, cuenta que el sacerdote le daba pastillas para relajarse y tomar ventaja. “Luego nos dimos cuenta que a todos los mandaba llamar a su oficina o se los llevaba para estar a solos y su frase inicial era: ‘Te veo tenso, déjame darte un masaje’. Y empezaba con la parte de atrás a tocarte la espalda, sabía hasta tronarte la cabeza. Empezaba con sus relajaciones y acababa terminando con la parte de la masturbación. Siempre decía que era un pecado, que eso nos iba a causar un problema”.
Rubén no se asume como víctima. De hecho, se ha sentido culpable todo este tiempo, e incluso tenía pesadillas y miedo de las consecuencias de contar entre sus amigos lo que les hizo: “Siempre pienso que como fui tan güey para permitir sus abusos; ni a mi esposa se lo he podido contar todavía. Lo soñaba buscándome, persiguiéndome, como si me lo encontrara, y mi reacción era de miedo. Cuando iba a misa y estaba él, no lo podía ver a la cara. Me salía de la Iglesia para evitar verlo”.
El padre Córdova Bautista elegía, según los testimonios, particularmente muchachos que tenían problemas en casa, con familias desestructuradas, padres alcohólicos o huérfanos: “Él utilizaba la parte del sacerdocio, de la confesión para engancharnos. Es muy inteligente. De hecho, sus sermones eran muy buenos. Tenía toda la habilidad para engancharte. Su forma para abusar de todos fue la misma. Ya tenía muy bien preparada esa parte psicológica. Nunca te imaginas que un sacerdote te va a hacer una cosa así. A partir de allí todo el grupo atamos cabos y fuimos contando víctimas y víctimas”. Dice que comprende que siga impune, porque considera que le sabe muchas cosas a los gobernantes. “Seguramente lo protegen porque le sabe muchas cosas a los políticos.
Les puede pisar la colita, o simplemente es muy hábil para que los demás le crean. ¿Cómo compruebas lo que nos hizo? Es su palabra contra la nuestra. No hay evidencia. Pero cuando ya no es un caso, sino más de 100 casos… en realidad ha de haber más. Solo en el grupo nuestro éramos diez y de esos, abusó de siete”. Para Rubén, el sacerdote es un criminal serial que de ninguna manera debe seguir en el ministerio sacerdotal: “No solamente quitarlo del sacerdocio, deben de meterlo a la cárcel. Si ha violado, deberían de tratarlo, como a cualquier delincuente que viola a una mujer, como cualquier otro criminal. Señores, ahora sí, hay que juzgarlo, que sea parejo. No se vale que él haya dañado la vida de tantos estudiantes. He escuchado que muchos todavía están en tratamiento. Nos queda un daño permanente. Debe recibir un castigo ejemplar”. Otro de los métodos utilizados por el padre Córdova Bautista era lo que él llamaba “confesión alternativa”, en su oficina o su habitación, que consistía en una supuesta “terapia relajante” consistente en masajes y pastillas calmantes que provocaban somnolencia, algo que el sacerdote aprovechaba para cometer los abusos sexuales.
“Me dijo: Esta es una confesión alternativa con el cuerpo”, cuenta Roberto, otra presunta víctima. Recuerda que sufrió abusos cuando tenía 16 años y estudiaba preparatoria en la misma institución educativa marista. “Estaba en primero de prepa y empiezo a relacionarme con amigos en los grupos juveniles. Ese año murió mi papá y Córdova Bautista fue al velorio y ofició la misa. Fue así como me metí más y fui subcoordinador de las clases de catecismo. Y tuve más contacto con él para ofrecer auxilio espiritual para la penitencia y la reconciliación”. Cuenta que buscaba al sacerdote para que los asesorara y lo acompañaban a las misas. Luego le perdió la pista, porque se fue a Roma a estudiar Derecho Canónico. “Cuando regresó, lo busqué porque era una figura de autoridad porque yo no tenía papá. Él sabía situaciones muy íntimas por cuestiones de confesión. Era hablar de la niña que te gustaba, de tus problemas en casa. Era mi escape ir a buscarlo una o dos veces por semana”, dice. Roberto fue líder en los grupos juveniles y fue estrechando su relación: “Luego me invitaba a su casa, que era la casa de su mamá ubicada en el Barrio de Tequis. Allí conocí a dos de sus hermanos y a su madre. Siempre en taxi, porque él no manejaba. Y me compartía su relación con el arzobispo y con el Gobernador Horacio Sánchez con su secretario, Jaime Suárez. Era muy poderoso”.
Luego se mudó a una casa de Acción Católica: “Era una casona vieja, allí vivían varios sacerdotes. Allí lo buscábamos mucho. En una ocasión, cuando ya la confianza de mi parte era absoluta, yo no tenía novia, y en su recámara en el segundo piso, quise contarle mis problemas. Yo ya había entrado muchas veces, incluso me daba las llaves para traerle algún libro. Esa tarde iba de shorts porque venía de entrenar niños, y me empieza a decir que me veía muy tenso”. “Me dijo que era importante intentar otras terapias de relajación, una especie de ‘confesión alternativa con el cuerpo’. Eso me dijo. Me puso a respirar con los ojos cerrados y me ofrece unas pastillas. Él se puso atrás de la silla y me pide que me quite la playera. Yo estaba sudado, y al principio me toca los hombros. Luego pone sus manos en una especie de bendición sobre mis rodillas y yo no reacciono. Luego abre mis piernas y pone sus manos sobre mi pecho. Luego empieza a bajar sus manos por debajo de mis shorts y empezó a tocarme los genitales. Yo le dije: ‘¿Qué paso?, Eduardo, no, no, no’. Y me dice: ‘Estas muy estresado’. Él ni se inmutó. Me dijo que me acostara boca abajo, que me tomara una pastilla, pero yo le dije que no, que ya estaba bien”, cuenta. “Él se para y me abraza y me dice: ‘Todo va a estar bien, yo estoy contigo, puedes confiar en mi’. Y me besa la frente. Yo le dije: ‘Allí no, allí no, pero la verdad el impacto fue muy fuerte. Me despedí de él, salí y me sentí muy mal. Pero yo no dije nada. Después que lo hablamos y salió a la luz en el grupo. Hubo gente que me dijo: ‘¿Por qué no te quitaste? Pero la verdad es que no se puede’”. Roberto siguió en las actividades juveniles, pero poco a poco se fue dando cuenta que no fue el único: otros compañeros del grupo fueron contando lo que les hizo “El Esponjado”, apodo del padre Córdova Bautista. Había abusos desde tocamientos, masturbación, sexo oral y violaciones. “Es un psicópata sexual”, dice directamente Rubén, quien después estudio su perfil criminológico desde una perspectiva psicoanalítica e intentó hacer justicia con sus otros compañeros, algo que fue imposible por la protección y encubrimiento del mismo arzobispo: “‘¿Qué te parece si platicas esto con el sacerdote Antonio López, un sacerdote que está en México?
Yo no pude ir. Pero fueron otros. Pero él nos dijo que si íbamos y lo denunciábamos, nos toparíamos con poder, porque el arzobispo Szymanski es muy amanerado y lo protegía porque seguramente era de los mismos”. En ese momento, dice, no había redes sociales ni Internet. Así que acordaron “pasar la voz”. Cuenta que tampoco se plantearon ir con las autoridades: “Eso era impensable porque Córdova Bautista era la policía, tenía todo el poder. Los judiciales lo conocían. Éramos testigos y era muy impactante. Él era la voz del Arzobispo. No pudimos hacer nada”. Cuando alguno de los jóvenes le reclamó lo que les hizo, él lo manipulaba emocionalmente para convencerle que todo había sido un mal entendido debido a la situación de estrés y siempre negaba los hechos, para luego empezar a desprestigiarles en círculos cercanos, en la comunidad educativa y con situaciones que los jóvenes le contaban bajo el secreto de confesión, algo que utilizaba para chantajearlos.
La mayoría de los jóvenes abusados, de este grupo de once estudiantes, prefirieron guardar silencio ante sus padres, amigos, y docentes por la vergüenza y el escarnio social que seguramente ocurriría en una sociedad conservadora como la potosina, donde el sacerdote agresor sexual, tenía prestigio y todas las influencias para hacer lo que quería. Pero luego, los abusos de “El Esponjado” eran un secreto a voces. Así lo recuerda José, otra víctima que fue abusado igualmente a la edad de 16 años, cuando estudiaba preparatoria. Los abusos fueron subiendo de tono, primero empezaron como tocamientos: “‘Te veo tenso’, me dijo. ‘Acuéstate y relájate, ponte boca abajo para darte un masaje. Esto es un tema espiritual’. La segunda vez me pidió que me desnudara completamente. Me dijo: ‘Esto es normal y te va a ayudar’. La tercera vez hizo lo mismo: me dio un masaje desnudo. Y en la cuarta me empezó a besar en el cuello. Me paralicé y empecé a llorar. Me levanté, me metí al baño. Regrese y le dije: ‘No sé si voy a poder superar esto. No quiero volver a verte’. Y ya no lo vi, siempre prefería no volverlo a ver, pero me quedo el trauma, ese bloqueo por su figura sacerdotal”.
Otros dos estudiantes del Instituto Potosino, con nombre y apellidos, han decidido dar la cara y contar sus historias. Se trata de Humberto Abaroa López y Gunnar Mebius Villa, quienes coinciden en señalar que sufrieron el acoso sexual del sacerdote pederasta: “Nosotros lo que queremos es que las víctimas se animen a denunciarlo. Tiene que haber muchas víctimas. Este hombre no debe seguir siendo sacerdote. Tenemos que proteger a nuestros hijos, a los niños. En aquel momento no hizo nada la Iglesia, ni el Colegio, ni el gobierno, ni la policía, ni nadie, entonces tenemos que hacer algo para proteger a los niños que vengan, no solo del padre Córdova, sino de otros que vean que si no le pasa nada a este sacerdote, pues van a dañar a más niños. Tiene que ser detenido y enjuiciado”, dice Humberto Abaroa López, quien recuerda cómo el sacerdote los tenía sometidos con la culpa y las amenazas. Y cuenta lo que vivió cuando estaba en segundo año de secundaria: “Me dijo que me iba a confesar. Y al terminar, me preguntó: ‘¿Te masturbas?’ Yo le dije que no. Y entonces me contestó: ‘Lo tengo que comprobar. Bájate los pantalones’. Empezó a tocarme la vena desde el tobillo hacia arriba, muy cerca de los genitales. Luego me dijo que me podía ir”.
Recuerda que inmediatamente se lo contó a sus padres y que gracias a eso y a otras mamás, el colegio despidió al sacerdote. Dice que él siempre ha contado lo que el padre Córdova Bautista le hacía a los niños. Y que cuando alguien le decía que iba a oficiar misa o algún sacramento se los recordaba: “Lo mío es un secreto a voces en San Luis Potosí y seguramente como lo de muchos. Ahora está en nuestras manos presionar para que lo detengan”. Por su parte, Gunnar Mebius Villa, confiesa que él no le dijo nada a sus padres, pero luego se enteró que se hizo sacerdote: “Estábamos solos y puso una silla enfrente de mí y empezó a tocarme en la panza. Luego me dijo: ‘Quítate la camisa’. Y allí como que todavía no lo vi mal. Pero empezó a tocarme cada vez más abajo. Luego me preguntó: ‘¿Te masturbas?’ Yo le dije que eso qué tenía que ver con mi dolor de panza. Él insistió. Pues sí. ‘¿Cuántas veces?’ Me empezó a incomodar y enseguida me dijo: ‘Quítate los shorts’. Le dije: espérame, ¿qué paso? Empezó a subir el tono, más amenazante: ‘¡Qué te los quites!’”. Luego intentó intimidarlo: “‘¿Qué pensaría tu papá si reprobarás ciencias sociales?’ Era falso, yo tenía muy buenas calificaciones. Me fui caminando hacia atrás, rumbo a la puerta para correr. Antes de salir alcanzó a decirme: ‘Ponte la camisa, y si dices algo, te voy a reprobar’”. Y añade: “Luego supimos que lo mismo le había pasado a muchos compañeros.
Quisiera saber cuántos casos habrá, más de cien, seguro. Esto fue hace 30 años. Imagínate cómo fue mejorando su modus operandi. Yo toda la vida he pensado en esto. Siempre que me preguntaban o salía el caso del padre Córdova. Les contaba y lo defienden a ojos cerrados. Yo les digo: ¿Tú crees que yo voy a inventar esto? ¿Para qué voy a inventar algo así? Este hombre es peligroso no debe estar alrededor de niños. Debe enfrentar la ley, es un pederasta, no tiene por qué andar suelto. Y como sociedad no lo podemos permitir”. Gunnar está seguro que desde el principio la jerarquía católica lo protegió: “Es evidente que la Iglesia sabía y permitió que una persona así se hiciera sacerdote. La jerarquía es cómplice. Lleva 30 años abusando de menores. Yo corrí con suerte, pero cuantos no tuvieron mi suerte y los violó. Es momento de que la sociedad potosina actúe”.
LA HORA DE LA VERDAD
El arquitecto Luis Nava Calvillo, articulador de Iniciativa Ciudadana, un grupo de padres de familia apoyado por Alberto Athié, se ha unido para respaldar a las víctimas. Y publicarán un desplegado en apoyo a estos dos ex estudiantes del Potosino que valientemente han decidido dar la cara ante las tropelías del sacerdote. “Sabemos que esta acción requiere de mucho valor y estamos convencidos de que actitudes como las de ellos, harán que muchas otras víctimas levanten la voz y denuncien ante las diferentes autoridades cualquier abuso del que hayan sido objeto”, dice. Los padres de familia exigen justicia a las autoridades eclesiásticas para que entreguen las pruebas que tienen en su poder a las autoridades policiacas y judiciales a fin de proceder contra el agresor sexual: “Entendemos que esto lo hacen (Humberto y Gunnar) por ustedes, pero también por sus hijos, nuestros hijos y todos los niños que tienen derecho a vivir seguros y en paz. Exigimos justicia”.
Desde hace algunas semanas, Nava Calvillo y Alberto Athié le han enviado tres cartas al arzobispo Carlos Cabrero Romero para que actúe y ponga fin a la impunidad: “Queremos que las autoridades abran las averiguaciones previas respectivas y lleven a cabo todo lo que exige la ley al respecto para fincar o no responsabilidades. Que los padres de hijos que presentaron denuncias ante el obispo o el MP, se acerquen a ratificar sus denuncias ante el MP, para que se tengan los elementos fundamentales que sustenten los cargos no solo en Roma sino donde deben de ser: ante las autoridades civiles de San Luis Potosí. Esta instancia ciudadana mantendrá informados a los interesados y a la sociedad potosina de los avances correspondientes”, dice la carta fechada el 14 de abril. En la siguiente misiva con fecha 2 de mayo, le dicen al arzobispo que dejen la política de negación a un lado, particularmente del vocero Juan José Priego: “Después de nuestra plática concluimos que el Arzobispado no litigaría en medios y mucho menos que atacara el problema a través de señalamientos de falta de pruebas. El vocero se va por la tangente y no aborda el problema de frente.
Desconocemos si el vocero está actuando por su cuenta, pero de lo que sí estamos seguros es que él sabe del expediente que está en Roma, como Usted nos lo señaló desde hace tiempo. Por ello nos llama la atención que aún sin saber el resultado del caso, lo declara inocente y recalca que las declaraciones de Athié son “peligrosas. La opinión pública Sr. Arzobispo está pendiente, y nosotros, el grupo de Iniciativa Ciudadana, estaremos dando seguimiento puntual al caso y seguiremos trabajando en la investigación de los hechos sucedidos en San Luis desde hace más de dos décadas. Reiteramos nuestra solicitud de que en cuanto tenga la resolución de la Santa Sede, entregue a las autoridades civiles los documentos para que se proceda conforme a derecho”.
La tercera carta, con fecha 10 de mayo es para exigirle información sobre el proceso que se sigue contra el sacerdote en el Vaticano donde según mencionan habrá una “suspensión a divinis” contra el sacerdote: “Usted nos pidió unas semanas para anunciar la suspensión “a divinis” del P. Córdova. El vocero (Juan José Priego Rivera), Sr. Arzobispo, sabe y le consta que hay un expediente abierto en la Santa Sede en contra del P. Córdova, desde hace al menos diez años y hay informes desde hace más de veinte de conductas inapropiadas del P. Córdova.
Lastima profundamente que el vocero falte a la verdad cuando dice que no hay denuncias y por otro lado comenta que siempre se ha dado atención a las víctimas. Preguntamos: ¿Quiénes fueron?, ¿Cuántas hubo?, ¿Cuándo se acercó la autoridad eclesial a ellas? ¿Sabe el vocero que Usted envió información a Roma sobre este caso en particular? Si lo sabe, como suponemos, ¿Cómo se atreve a negarlo públicamente? Nos llama profundamente la atención la forma en que el vocero “descalifica” cualquier declaración, no importando de quién venga y que se refiera al P. Córdova. Más nos duele que diga que el P. Córdova sufre… ¿Y las víctimas? Entre sus declaraciones señala que si no hay denuncias ministeriales no hay delito que perseguir. ¿No tienen valor la declaración de las víctimas ante las autoridades eclesiales? ¿Se ha preguntado el dolor que les causa a las victimas verse expuestos públicamente y revivir hechos tal doloroso y denigrantes? A nombre de Iniciativa Ciudadana le solicitamos a través de este medio nos diga cuando nos puede recibir a un grupo de matrimonios, para comentar con Usted asuntos de relevancia referidos a este grave asunto, ya que en nuestra opinión, hay un doble discurso, el muy desafortunado y estridente del vocero y el que marca la prudencia del silencio que es el suyo. Reiteramos nuestra preocupación no sólo por las víctimas, sino por esta Iglesia, que es la nuestra, pero no caeremos en la complicidad de un silencio que por siempre cargaríamos en nuestras conciencias”.